El Papa Francisco quiere que TÚ seas un misionero

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Jose Lopez (left)  with a friend at St. Boniface Church in San Francisco.

Image: Para servir mejor a los sin hogar, José López (izq.) se sumergió en su mundo durante un año de Voluntariado Vicentino en San Francisco. Hizo un “retiro callejero,” viviendo sin techo durante una semana. Está fotografiado aquí con un amigo en la Iglesia de St. Boniface en San Francisco, que está abierta todos los días a las personas sin albergue.


CUANDO YO TENÍA DOCE AÑOS, un misionero verdadero vino a hablar a nuestra clase de St. Matthias School en Chicago. Nosotros habíamos oído hablar de los misioneros, por supuesto, pero aquí, en carne y hueso, estaba el Padre Raymond Cowell, un muchacho de Chicago como nosotros. Me pareció viejo entonces, aunque solo andaba alrededor de los 30 años. Había pasado los últimos 10 años en Bolivia, un lugar del que yo sabía solamente con motivo de nuestra tarea de hacer un mapa en 3D de América del Sur.

El Padre Cowell nos contó historias acerca de la gente de Bolivia y lo que había aprendido de ellos. Nos dio su dirección y él y yo nos comunicamos algunas veces por correspondencia. Qué divertido era, en aquellos días antes del correo electrónico, recibir una carta de un misionero en la vida real, en un sobre rojo, blanco y azul, de vía aérea.

Ahora, aunque al Papa Francisco podría gustarle esta historia de aquellos tiempos, me diría que estoy equivocada en una cosa: mi presunción de que el Padre Cowell era un misionero y yo no lo era. El papa no deja que tú, o yo, nos salgamos con la nuestra tan fácilmente.

Students at St. Ignatius High School in Cleveland are active in the St. Joseph of Arimathea Pallbearer Ministry.
Los estudiantes de St. Ignatius High School de Cleveland están activos en el Ministerio de Portadores de St. Joseph de Arimathea. Los estudiantes cargan el féretro, participan en el funeral, y ofrecen oraciones para quienes no tienen familia o amigos para cumplir con estos roles. El ministerio se propone dar testimonio del valor de la dignidad humana para todos y honrar el llamado Cristiano a orar por los muertos y sepultarlos.

Todos estamos a cargo del evangelio

Desde antes de ser elegido papa, Francisco ha insistido en que, simplemente por estar bautizados, cada uno de nosotros está llamado a ser un misionero—dondequiera que estemos, sea lo que sea que estemos haciendo con nuestras vidas. El papa dice que los católicos nunca pueden sencillamente delegar la tarea de difundir la Buena Nueva a las personas como el Padre Cowell y otros que sirven a la iglesia en tierras lejanas. Depende de cada uno de nosotros comunicar lo que el Papa Francisco llama “la alegría del evangelio” exactamente donde estamos.

Podríamos decirnos que no tenemos suficientes conocimientos o tiempo libre o valentía para hacer esto realmente. Una heredera de Filadelfia, joven y muy rica, llamada Katharine Drexel probablemente pensaba esto mismo cuando se dirigía a su audiencia con el Papa León XIII en 1887. Cuando Drexel le describió al Papa León la gran necesidad de misioneros para los Americanos Nativos y los Afroamericanos de los Estados Unidos, el papa le preguntó, “¿Qué tal tú? ¿Qué vas a hacer tú?”

Laura Leon plays with children at Little Flower Educational Center in Los Angeles,
Laura León juega con los niños en el Little Flower Educational Center de Los Ángeles, una escuela cuya misión es “educar para la vida con la mente y el corazón de Cristo.” León era voluntaria con “Serving with Sisters,” un programa de verano de voluntarios de las Carmelite Sisters of the Most Sacred Heart de Los Ángeles.

Durante su visita a los Estados Unidos en 2015, el Papa Francisco usó la historia de Drexel y la respuesta del Papa León para marcar un punto. “Esas palabras cambiaron la vida de Katharine, dijo Francisco, “porque le recordaron que, al fin y al cabo, cada hombre y mujer Cristiano, en virtud del Bautismo, ha recibido una misión. Cada uno de nosotros tiene que responder, lo mejor que podamos, al llamado del Señor para crear su Cuerpo, la iglesia.”

Drexel, “una joven con altos ideales,” se dio cuenta, dijo él, “de que se la estaba llamando a hacer su parte. ¡Cuánta gente joven de nuestras parroquias y escuelas tiene los mismos altos ideales, generosidad de espíritu, y amor por Cristo y la iglesia!”

Tiene razón, por supuesto. Abundan los ejemplos de gente joven haciéndose misioneros, justamente en sus ciudades natales, dando su tiempo y energía para hacer las obras de misericordia en el nombre de Cristo—dando de comer al hambriento, vistiendo al desnudo, dando albergue a los desamparados, visitando a los enfermos y a los presos, y dando sepultura a los muertos.

En St. Ignatius High School en Cleveland, durante los últimos 14 años, cientos de estudiantes se han ofrecido como voluntarios para cargar los ataúdes en los funerales de los sin hogar, los olvidados, o familias que simplemente no tienen a nadie para ayudarlos a dar a sus deudos un funeral digno. Los estudiantes también se reúnen dos veces por año para un servicio de oración en Potter's Field, el lugar de reposo de las personas indigentes de Cleveland. Jim Skerl, maestro de teología y fundador del ministerio, le dijo al periodista radial John Hockenberry que el objetivo es “llevar nuestra fe a las calles de Cleveland.” Dado que los jóvenes sirven durante los fines de semana, durante el verano, y durante las vacaciones escolares, dijo Skerl, “nuestros estudiantes realmente se dan cuenta de que se supone que la fe debe vivirse 24/7.”

La distancia es relativa

El Papa Francisco ha desafiado a nuestra iglesia (en otras palabras, a todos nosotros) a “ir a las periferias.” Con esto él quiere decir no solamente los confines lejanos del mundo, sino los lugares en nuestra propia sociedad donde las personas son pobres, olvidadas, abandonadas, sin voz. Él ha llamado a “una atención amorosa de los pobres,” que “implica apreciar a los pobres en su bondad, en su experiencia de vida, en su cultura, y en sus maneras de vivir la fe” (Evangelii Gaudium, sec. 199).

“Serving with Sisters” lay volunteer Cecilia Cuesta assists a woman in a wheelchair at Santa Teresita Medical Center in Duarte, CA.
Cecilia Cuesta, voluntaria laica de “Serving with Sisters” ayuda a una mujer en una silla de ruedas en el Santa Teresita Medical Center en Duarte, California.

José López, un graduado reciente de DePaul University de Chicago, tomó estas palabras muy en serio. Después de su graduación en 2014, pasó un año como Voluntario Vicentino, trabajando con el Proyecto Gubbio en St. Boniface Church, en el vecindario del Tenderloin de San Francisco. La iglesia abre sus puertas durante el día para brindar un espacio sagrado y santuario para personas sin hogar, que son libres para dormir en los bancos. Durante su año de servicio, López fue hasta a un “retiro callejero,” de una semana, en el cual él y otros vivieron entre personas sin hogar, durmieron a la intemperie en una tormenta, comieron en comedores comunitarios, y experimentaron un poco de lo que soportan todos los días aquellos que no tienen hogar. Descubrió qué difícil era, viviendo en las calles, cumplir con sus planes de caminar hasta un determinado albergue puntualmente, o encontrar un lugar donde tomar una ducha. “Una de las lecciones más importantes que aprendí ... es que las calles tienen su propio programa,” escribió en su blog, cosa que le dio una gran compasión por los huéspedes sin techo del Proyecto Gubbio.

El Papa Francisco nos alienta a cada uno de nosotros para que nos hagamos la pregunta que el Papa León le planteó a Katharine Drexel: “¿Y tú? ¿Qué vas a hacer tú?” Hacer realidad nuestro propio llamado a ser misioneros puede ser menos dramático que la experiencia de López de vivir con los sin hogar durante una semana. Tal vez requiere que digamos algo cuando un conocido cuenta un chiste odioso o intolerante y todos los demás tienen miedo de objetarlo. O podríamos hablar sin reservas por quienes no tienen voz en nuestra sociedad, contactando a nuestros políticos para abogar por un tratamiento más justo para la gente en la pobreza, las minorías, los inmigrantes, los refugiados, los presos, los no nacidos, y otros en los márgenes de la sociedad.

Tal vez podamos hacer el propósito de tender una mano a un amigo que ha perdido un ser querido o que está sufriendo otra clase de pérdida. A menudo la gente que está sufriendo está muy aislada porque los demás vacilan en mencionar la pérdida, porque no saben qué decir. Podemos simplemente preguntar desde el corazón, “¿Cómo te sientes realmente?” y dar a la persona que sufre una oportunidad para responder.

Podemos traer nuestra fe a nuestras elecciones de trabajo también. Annemarie Scobey de U.S. Catholic escribe sobre un joven abogado católico cuyos clientes a veces le piden que haga cosas que son legales técnicamente pero cuestionables moralmente. A esto él dice, “Sí, puedes hacer eso legalmente, ¿pero es hacer lo correcto?” Qué respuesta valerosa. Éste es un hombre haciendo realidad su llamado a difundir el evangelio.

Sellado con alma

En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el papa habló con pasión sobre la misión a la que está llamado cada católico: “Tenemos que considerarnos como sellados, aun marcados, por esta misión de traer luz, bendecir, dar vida, elevar, sanar y liberar. En todo nuestro entorno empezamos a ver enfermeros con alma, maestros con alma, políticos con alma, gente que ha elegido desde lo profundo estar con los demás y para los demás” (sec. 273).

Sobre todo Francisco dice que nuestro sentido de la misión surge no de un sentido deprimente de carga o responsabilidad, sino de nuestra propia alegría al ser bañados por el amor y la misericordia de Dios. Dice él que estamos llamados a ser “jubilosos mensajeros de propuestas desafiantes, guardianes de la bondad y la belleza que resplandecen en una vida de fidelidad al evangelio” (Evangelii Gaudium, sec. 168).

Mantén abiertas tus opciones

El Papa Francisco también nos anima a considerar entregar nuestras vidas a Dios como sacerdote, monja, o hermano que da testimonio de la fe lejos de su hogar. Cuando estuvo en África en 2015, hizo un llamamiento a los jóvenes, “Por favor, no excluyan esta posibilidad de hacerse misioneros, de brindar amor, fe, y humanidad a otros países.” Habló de cómo los misioneros predican con sus vidas más que haciendo proselitismo: “La fe se predica primero a través del testimonio, luego con palabras—pero gradualmente.”

Piensen en el Padre Cowell, quien falleció en 2012 en Bolivia a los 82 años. Descubrí que se le pidió que hiciese un compromiso de solo cinco años de servir en las misiones y después era libre para volver a los Estados Unidos. En lugar de cinco, él pasó 53 años como misionero en América del Sur. Fue puesto en prisión brevemente durante un golpe militar y enfrentó otras dificultades, pero un amigo dijo que éstas nunca lo detuvieron o cambiaron sus convicciones. Para usar las palabras del Papa Francisco, el Padre Cowell era una de esas personas que gozosamente “queman sus vidas para anunciar a Jesucristo.”

Catherine O’Connell-Cahill
Catherine O'Connell-Cahill es escritora y editora en Chicago. Si bien ahora es miembro de la Parroquia de Our Lady of Mercy, aún vive a corta distancia de St. Matthias, donde creció.

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